viernes, 23 de noviembre de 2007

un programa de vida

La lápida dice: «Vita mutatur, non tollitur» (la vida cambia, no se quita). Tiene dos pequeñas cruces y dos fechas. Se añadirá una tercera cruz, con el día de la muerte de Isidoro: 15-VII-1943.

En el diario de Diego de León queda escrito: «Han sido días de natural emoción; tenemos corazón de carne y era —es— un hermano, el primero de los que actualmente estamos en la Obra. Ahora está en el Cielo. Ha ganado la carrera de modo envidiable». En la tertulia familiar, después de la cena, el Padre dice a sus hijos: «Para morir en olor de santidad —os digo seriamente— no hace falta más. Si el Señor quiere, puede glorificarle. Pero Él hará lo que quiera». Y les aconseja: «Podéis pedirle, privadamente, que recomiende cosas al Señor; yo le dije ya hace tiempo que le daríamos mucho la lata». La víspera, José Manuel Casas Torres había anotado en su agenda un «epitafio» certero:

«Muere Isidoro,
Pasó desapercibido
Cumplió con su deber
Amó mucho
Estuvo en los detalles
y se sacrificó siempre».

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