miércoles, 31 de octubre de 2007

perdonar


Bonito testimonio recogido del DIARIO LA RAZÓN, MIERCOLES 24 DE OCTUBRE DE 2007

En el corazón de Ana Blanco no hay lugar para el rencor. Sólo tenía tres años cuando fusilaron a su padrino, Bartolomé Blanco, un joven católico que aún no había cumplido los 22. «Perdono de todo corazón. Y no sólo yo, sino que en casa todos hemos perdonado. Las primeras, mis tías, que siempre supieron quién era la persona que lo había matado y nunca lo revelaron, se llevaron el nombre a la tumba. De hecho, cuando terminó la guerra, les dijeron que podían poner una denuncia y el culpable iría a la cárcel, pero ellas se negaron, dijeron que ya estaba perdonado y que si Bartolomé perdonó, nosotros también lo haríamos».

El recuerdo de los 498 mártires que serán beatificados este próximo domingo está vivo todavía hoy entre sus amigos, familiares y descendientes. Sus antiguas fotografías siguen colgadas -70 años después- en las paredes de las casas donde habitaron; sus escritos se guardan como reliquias y su legado de perdón a los verdugos que no dudaron en apretar el gatillo se transmite de generación en generación.

Bartolomé Blanco, a sus 21 años, era un joven inteligente, dinámico y comprometido con la causa católica. Publicó numerosos artículos defendiendo la religión, era sindicalista, catequista con los salesianos y secretario de Acción Católica. Cuando aún era un niño, quedó huérfano de padre y madre, por lo que fueron sus tíos los que le criaron como a un hijo más. A ellos y a sus primos se dirigió por escrito desde la cárcel de Jaén cuando el martirio asomaba ya a la puerta de su celda, sólo un día antes de ser fusilado descalzo y con los brazos en cruz.

Fragmentos de la cartas escritas por Bartolomé un día antes de morir

A su familia: «Mi comportamiento con respecto a mis acusadores es de misericordia y de perdón».

«Sea ésta mi última voluntad: perdón, perdón y perdón; pero indulgencia que quiero vaya acompañada del deseo de hacerles todo el bien posible. Así pues, os pido que me venguéis con la venganza del cristiano: devolviéndoles mucho bien a quienes han intentado hacerme mal».

A su novia Maruja: «Ellos, al querer denigrarme, me han ennoblecido; al querer sentenciarme, me han absuelto, y al intentar perderme, me han salvado [...]. Puesto que al matarme me dan la verdadera vida y al condenarme por defender siempre los altos ideales de religión, Patria y Familia, me abren de par en par las puertas de los cielos».

«Cuando me quedan pocas horas para el definitivo reposo, sólo quiero pedirte una cosa: que en recuerdo del amor que nos tuvimos, y que en este instante se acrecienta, atiendas como objetivo principal a la salvación de tu alma, porque de esa manera conseguiremos reunirnos en el cielo para toda la eternidad, donde nada nos separará».

«Sé fuerte y rehace tu vida, eres joven y buena, y tendrás la ayuda de Dios que yo imploraré desde su Reino. Hasta la eternidad, pues, donde continuaremos amándonos por los siglos de los siglos».

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